Borrar
Una madre y su hijo, en Arroyo de la Luz, cuyos accesos han estado controlados durante cuatro semanas JORGE REY

31 días que nadie olvidará

Un mes confinados. El encierro ha permitido saludar de cerca al aburrimiento, la tristeza, el cansancio o el temor, pero también ha facilitado descubrir opciones desconocidas

ANTONIO J. ARMERO

Arroyo de la Luz

Miércoles, 15 de abril 2020, 10:27

Un mes. Cuatro semanas. 31 días. 744 horas. 44.640 minutos. Es el tiempo que Extremadura, y España entera, lleva confinada. Trabajar, ir a la farmacia, comprar comida, cuidar a un familiar con discapacidad, pasear al perro. No ha habido ni habrá hasta el 25 de abril como pronto más motivos para salir de casa. «No lo acabo de llevar bien, es como si me sintiera un poco inútil», se sincera Emilio González, jubilado cacereño que echa de menos su taller de artista, ese espacio en el que normalmente pasa horas esculpiendo, pintando, creando. «No lo tengo en casa sino en otro sitio, y como no se puede salir, pues no puedo ir allí», lamenta él, que en ausencia de sus cuadros y sus esculturas, entretiene el día con el ordenador, el teléfono móvil y alguna que otra tarea doméstica que le es encomendada y que hasta ahora le era más bien ajena.

Ni él ni seguramente nadie habría imaginado hace un mes que su día a día iba a ser como es. El 15 de marzo de 2020, el Gobierno central decretó el confinamiento de la población. Para ese día, el coronavirus que vino de China había contagiado en Extremadura a 111 personas y había matado a dos, ambas en Arroyo de la Luz (5.811 habitantes), que ya llevaba un día cerrada al exterior y que no salió de ese encierro hasta anteayer. La región ocupaba entonces el puesto 14 de 17 en la clasificación de positivos por autonomías, que ya lideraba Madrid con más de cuatro mil casos y doscientas víctimas. Un mes después, la región suma 2.684 infectados y 334 fallecidos. Es decir, cada día que nos hemos quedado en casa han muerto 11 extremeños y enfermado 83. La región ha empeorado su situación en la tabla dos puestos y es duodécima, lejos de los números que presentan las más castigadas.

«Mucho estrés»

«Este mes que llevamos ha sido de bastante estrés, porque parece que cargaras sobre tus espaldas con la responsabilidad de cuidar de un pueblo entero», resume Juan González, alcalde socialista de La Garganta (378 vecinos), el pueblo extremeño del lobo (a las afueras tiene una lobera y en el centro un museo dedicado a este animal). «Cada día de estas cuatro semanas –repasa el regidor– ha tocado afrontar varias preocupaciones, cosas como que el suministro de productos básicos para los vecinos esté asegurado o que la gente cumpla las normas de quedarse en casa y de distanciamiento social...».

«En este mes he puesto en marcha el servicio a domicilio y estoy pensando en mantenerlo una vez que esto acabe»FELIPE GIL | EMPRESARIO

En su caso, se anticipó al Gobierno y el día 13 –o sea, dos antes de que se ordenara el encierro ciudadano–, decidió clausurar hasta nueva orden el hogar de jubilados, el gimnasio municipal, la biblioteca, el centro de interpretación del lobo... También mandó a casa a los trabajadores municipales. «El alguacil vive en Plasencia y la secretaria en Béjar, no les iba a estar haciendo ir y venir todos los días», explica el alcalde, que además habló con los dueños de los dos bares que había abiertos en el pueblo y se acordó también el cierre preventivo. Un mes después de tomar estas decisiones, Juan González cree que acertó.

«En los pueblos hay cosas que son más sencillas, todos nos ayudamos entre nosotros», resume el alcalde, que cada día pasa de dos a tres horas en el Ayuntamiento y que destaca «la mano que nos ha echado la Diputación». «En este tiempo nos han desinfectado dos veces el Consistorio y el consultorio médico, y tres veces el exterior de los lugares de más tránsito del pueblo, como los comercios o la farmacia, que incluso una vez la han desinfectado por dentro».

«Ha sido un tiempo de estrés, por la responsabilidad de cuidar de un pueblo entero»JUAN GONZÁLEZ | ALCALDE

Esa imagen de los camiones desinfectando las calles de los pueblos no se había visto nunca. Tampoco la de los militares vigilando las calles. Ni la de la gente aplaudiendo en los balcones cada día a las ocho de la tarde. En realidad, el mes de confinamiento ha estado lleno de situaciones o rutinas que no habíamos vivido antes. «Las dos primeras semanas fueron malísimas para el negocio», recuerda Felipe Gil, que regenta en Plasencia una tienda de delicadezas gastronómicas a la que esta crisis ha obligado a reinventarse.

A la tercera semana

«El panorama era tan malo que a la tercera semana decidí empezar con el servicio a domicilio, y ha sido un acierto», cuenta el empresario, que lleva años enviado jamones, lomos o quesos a Europa entera. «El servicio a domicilio –apunta– es lo que está haciendo que pueda seguir abriendo la tienda cada mañana». Y solo por la mañana, porque él decidió cerrar por las tardes. «Entendí que así cumplía con mi obligación de mantener atendidos a mis clientes y de prestar el servicio esencial que es vender alimentación, pero a la vez atendía también las recomendaciones y velaba por la seguridad de mi familia».

Si él compara su día a día actual con el de antes del 15 de marzo, lo que se encuentra son casi dos mundos diferentes. No es solo que ahora atienda a más clientes por WhatsApp que cara a cara, ni que ahora cierre por las tardes. «A las dos de la tarde, en vez de irme a casa me voy a hacer el reparto a domicilio, y cuando llego a casa, me desvisto en el garaje, me ducho y como con mi familia. Además, cada día desinfecto el volante y la caja de cambios del coche». Más cambios: le manda a los clientes el tique por WhatsApp, para que conozcan el importe de su compra, y a la hora de cobrarles, utiliza el 'Bizum' (un sistema que permite enviar dinero a través del teléfono móvil) y el datáfono inalámbrico.

«Creo que esta crisis nos va a hacer más respetuosos con los demás»EMILIO GONZÁLEZ | ARTISTA

«Me estoy planteando mantener el servicio a domicilio cuando todo esto pase», comenta Felipe Gil por teléfono, mientras atiende a un cliente que entra en su tienda y solo un rato después de dejar listo para el envío un paquete para un cliente que vive en Madrid. «Lo recibirá en su casa mañana (por hoy)», detalla el empresario, al que este mes de confinamiento le ha cambiado la vida. Como a todos. Como al alcalde de La Garganta y como a Emilio González, que cuenta entre risas que en el último mes ha hecho más tortillas francesas que en toda su vida anterior. Quizás él salga reforzado de este mes que nadie olvidará. Él, de hecho, confía en que el sacrificio realizado, y el que queda por hacer, sea una lección colectiva y sirva para saludar a una sociedad mejor. «Yo creo que esta situación nos traerá cosas positivas –reflexiona–, creo que nos va a hacer ser más conscientes de la importancia de los demás, y eso nos hará más respetuosos unos con otros»

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

hoy 31 días que nadie olvidará

31 días que nadie olvidará