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Florentino Gómez impartiendo una de sus últimas clases. Cedida
«Los adolescentes necesitan a su lado personas que les escuchen»

«Los adolescentes necesitan a su lado personas que les escuchen»

Florentino Gómez Martín. Profesor de religión recién jubilado ·

Acaba de jubilarse después de más de 20 años de decencia que, en algún caso lamenta que no ha sido bien recibida

Ana Isabel Padilla Macías

Arroyo de la Luz

Miércoles, 10 de febrero 2021, 09:58

Florentino Gómez Martín, nacido en la aldea de Aceña, ingresó a los 11 años en el colegio de Formación Cristiana de los Esclavos de María y de los Pobres, en Alcuéscar, donde estudió hasta finalizar la licenciatura eclesiástica en la Universidad Pontificia de Salamanca. Ejerció el ministerio sacerdotal durante 15 años en Pinofranqueado, Tremp, y San Fernando. Posteriormente se secularizó, se casó y tuvo dos hijas y actualmente reside en Malpartida de Cáceres. Tras 23 años dando clases en el IES Luís de Morales, se ha jubilado este año. En esta entrevista para HOY Arroyo cuenta qué ha significado su profesión y reflexiona sobre la pandemia.

-¿Siempre quiso enseñar?

-Mi anterior ministerio casi siempre estuvo ligado a trabajar con niños, adolescentes y jóvenes, en grupos parroquiales, teatro, música, folclore, campamentos, excursiones,… A lo largo de los años, la vida me dio la oportunidad de dedicarme al noble y santo oficio de enseñar, educar y formar a los chicos, etapa que ahora ha llegado a su fin con la jubilación.

-¿Cuántos años lleva dando clases en Arroyo y en Malpartida?

-Mi primer año de decencia fue el curso 1997-98 en el IES El Trampal de Alcuéscar y en el sección IESO Los Barruecos de Malpartida, en su reciente inauguración. Guardo un grato recuerdo, tanto de los alumnos como de los compañeros y del quipo directivo. Al curso siguiente, la plaza de profesor de religión del IES Luís de Morales, de Arroyo de la Luz, quedó libre por la jubilación de don José Cordobés, a la sazón sacerdote párroco de esta localidad. El delegado de Enseñanza de la diócesis de Coria-Cáceres, don Juan Gómez Solís, tuvo a bien destinarme a dicha plaza, compartiendo el horario con el IESO Los Barruecos, dejando el centro de Alcuéscar. Y aquí comenzó la etapa más larga de docencia hasta estos momentos.

-¿Siempre ha impartido las mismas disciplinas?

-En mi anterior ministerio, terminado mis estudios en Salamanca, fui enviado como capellán del ejército a la AGBS de Tremp (Lérida). Allí impartí clases de Ética a los alumnos de la Academia. Una etapa muy gratificante, que recuerdo con mucho afecto.

-¿Qué valores ha intentado inculcar a los alumnos?

-Como profesor de religión, he intentado inculcar a mis alumnos los valores humanos de respeto, tolerancia, compartir, saber convivir, saber hablar, saber escuchar, saber estar y saber ayudar. Creo que son valores básicos para una verdadera convivencia. Y partiendo de esta base, los valores cristiano nacidos de la historia de Jesús, 'La historia más maravillosa jamás contada'.

-¿Qué va a echar más de menos de los institutos?

-Está claro que echaré muchísimo de menos a mis alumnos que, casualmente, en este curso de mi despedida superaban los 350. Me despedí de ellos disimulando las lágrimas. Lo hice principalmente proyectando un vídeo personal clase por clase. Era mi despedida. Cada vez que lo proyectaba suponía para mí un duro golpe de emociones y sentimientos encontrados. Después de tantos años trabajando juntos, echaré de menos a muchos compañeros y amigos, sobre todo a los que me brindaron su confianza y amistad y estuvieron a mi lado cuando más los necesitaba. Para decirlo todo, aunque duela, hubo algunos, los menos, de los cuales mejor no acordarme, que no me hicieron la vida fácil y alguna piedra me pusieron en el camino para entorpecer mi labor y trabajo. Tristemente, el profesor de religión en algunos centros es mirado como a un ser advenedizo y extraño. Hay compañeros que los miran con recelo por decir algo suave. Me ha tocado escuchar ciertas frases y ciertos comentarios que han herido mis sentimientos como persona y como profesor.

-¿A qué se va a dedicar ahora?

-Aún no lo tengo definido, qué voy a hacer. En los días que llevo, no he asimilado mi nueva forma de organizar el tiempo. Siempre me gustó leer y sobre todo escribir. Escribir es para mí una verdadera pasión. No puedo pasar un día sin hacerlo aunque no lo vaya a leer nadie. Desde este verano estoy escribiendo todos los días algo que he titulado: 'Mi querido diario'. Además estoy terminando de revisar el borrador del que será mi quinto libro. Va dedicado a mi padre, recientemente fallecido. Son vivencias, experiencias vividas a su lado a lo largo de mi vida y que me prometí escribir y publicar en el instante que se marchó para siempre. Cuando sea el momento me gustaría colaborar con Cáritas de forma altruista y voluntaria. Disfrutar de la familia, de la compañía de los amigos si el dichoso virus nos deja.

-¿Qué cree que caracteriza a un buen profesor?

-Primero una buena formación pedagógica y preparación. Tenemos que ser conscientes de que no trabajamos con objetos y cosas, sino con personas que serán los encargados de llevar el peso y la responsabilidad de la sociedad actual. Es muy importante saber escuchar con interés y atención. Vivimos en un mundo aturdido de ruidos que nos impiden hacer caso al silencio elocuente que nos invade como sociedad. No sabemos o no podemos escuchar. Los adolescentes necesitan a su lado personas que les escuchen y en la medida de lo posible, les den respuestas lo más aproximadas a la realidad que les rodea. Estar muy cercano a ellos. Permitidme una reflexión del santo trapense fray María Rafael Arnáiz Barón: «Por la soledad y el silencio, navegan los pensamientos de Dios». Es cierto; sin el silencio interior es imposible aprender nada ni de lo humano ni de lo divino.

-En estos años habrá vivido momentos buenos y malos

-Humo una época en mi vida muy dura. Hasta ahora con nadie lo comenté. Lo hago ahora que me brindan la oportunidad. Estaban los padres de mi mujer ingresados en situación terminal, en el hospital Virgen del Puerto en Plasencia. Casi todas las noches me tocaba quedarme con ellos. Sin haber dormido nada, a la mañana siguiente, cogía el coche y me venía a dar las clases correspondientes, con el peligro del sueño y el cansancio al volante. Llegaba a mi horario habitual. Daba las clases y regresaba de nuevo al hospital. Fueron unos meses muy duros que nunca olvidaré, hasta que ambos murieron. De todo se aprende. Después de la tormenta, suele salir el sol y regresa la calma.

-¿Cómo ha sido la experiencia de la pandemia?

-El día anterior al aislamiento, asistimos a nuestro trabajo como de costumbre. Los alumnos apenas acudieron. Para mí aquella situación supuso un golpe psicológico muy fuerte, difícil de asimilar. Sentí verdadero miedo y ansiedad. Mi contacto con los alumnos fue a través de las redes sociales. Me comunicaba con ellos por WhatsApp y cada detalle que tenía lo agradecían en el alma, desde los más pequeños de 1º de la ESO hasta los de 2º de Bachillerato. Personalmente, creo que no estaba preparado para esta nueva realidad. Ha marcado mi vida tanto en lo profesional como en lo personal y familiar.

Para terminar, permíteme agradecerte, Ana Isabel Padilla, la oportunidad que me has brindado al entrevistarme en este dignísimo periódico, y poder expresar algo de lo mucho que siento en esta etapa que se cierra con mi jubilación, como profesor de religión en el IES Luís de Morales y en el IESO Los Barruecos. La vida discurre a lo largo del tiempo en ciclos. Se abre uno y con los años se cierra y otro nuevo se abrirá. Eso espero ahora para mí.

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