Escudo antiguo de Arroyo y María de Molina presentando al rey Fernando IV de Gisbert.

ARROYO DEL PUERCO, ALDEA PORTUGUESA

En 1305 el rey Fernando IV de Castilla entregó al infante portugués don Alfonso las villas de Medellín y Arroyo del Puerco en concepto de señorío feudal, algo que contó con la férrea oposición de los aldeanos arroyanos y de Cáceres

FRANCISCO JAVIER GARCÍA CARRERO

Jueves, 14 de enero 2016, 19:54

La llamada Reconquista (711-1492) fue un larguísimo proceso histórico de ocho siglos de duración a través del cual se fue conformando la actual estructura de Estados en la Península Ibérica.

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En la conformación de los mismos jugaron un papel esencial los distintos reinos cristianos (León, Castilla, Portugal y Aragón, fundamentalmente) en su lucha constante contra Al-andalus. No obstante, en multitud de ocasiones las verdaderas disputas fueron entre los propios reinos cristianos que trataron de ir conformando los límites y las fronteras reales de cada uno de sus dominios.

El proceso reconquistador de territorios al infiel en toda la península llevaba aparejada la entrega de esas tierras para que fuesen repobladas de cristianos en una triple casuística. Bien quedaba lo reconquistado por los anteriores reinos como tierra de realengo; es decir, administrada directamente por el rey; como tierra perteneciente a una Orden Militar, generalmente de Alcántara o Santiago; o bien como tierras de señorío, adjudicada por tanto a un señor feudal.

Fue en este contexto de triple variante repobladora cuando la aldea de Arroyo del Puerco, dada la proximidad a la Raya portuguesa, se convierta en un escenario de diversas disputas entre el reino portugués y la corona de Castilla, en un principio (Edad Media) y entre Portugal y la corona española, posteriormente (Edad Moderna).

Arroyo del Puerco fue reconquistado por Alfonso IX de León en abril de 1229 como territorio de la villa de Cáceres. Ante la reticencia de muchos campesinos para repoblar esta zona arrebatada a los musulmanes, el rey prometió, entre otras mercedes, conservar todo este territorio en jurisdicción de realengo. Gracias a ello, poco después todas las aldeas cacereñas, Malpartida, Torreorgaz, Sierra de Fuentes, Casar, Torrequemada, Aldea del Cano y la propia Arroyo, comenzaron su proceso repoblador de una manera lenta pero progresiva y dependientes siempre de la corona de Castilla y León.

Paralelamente a esta situación, los portugueses consideraban que en el reparto del espacio peninsular arrebatado a los musulmanes, existía una gran desigualdad entre lo ocupado por Castilla-León y lo adjudicado al reino de Portugal, fruto en parte del Tratado de Badajoz de 1267 que había privado a los portugueses de algunas de sus conquistas inmediatas en la frontera del Guadiana, Aroche o Aracena, por ejemplo.

El rey portugués supo aprovechar los problemas castellanos de finales del siglo XIII para tratar de extender sus límites territoriales y consolidar su posición internacional en el ámbito peninsular por encima de Castilla y Aragón. Consiguientemente, la muerte del rey Sancho IV de Castilla en 1295 había dejado como heredero de la corona castellana a Fernando IV un niño que no llegaba ni a los 10 años de edad cuando ocupó el trono por lo que sería su madre, María de Molina, la principal artífice de su reinado durante toda su minoría de edad y la que tuvo que velar por los intereses de su hijo.

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En este contexto de alianzas y disputas surge la figura del infante Alfonso de Portugal (1263-1312), hijo del rey Alfonso III de Portugal y de la reina Beatriz de Castilla que en 1287 había contraído matrimonio con Violante Manuel. Esta última era señora de las villas de Elda y Novelda y que por el Tratado de Elche, y los antecedentes del mismo, tuvo que renunciar a los señoríos de esos dos territorios y entregarlos en donación a la corona Aragonesa.

Como compensación a aquella renuncia fue cuando apareció el nombre de nuestro pueblo en aquellas conversaciones. Efectivamente en aquel acuerdo de febrero de 1305 el rey Fernando IV de Castilla, que ya entonces estaba casado con Constanza de Portugal, para compensar la pérdida de las poblaciones de Elda y Novelda entregó al infante portugués y a su mujer Violante las villas de Medellín y Arroyo del Puerco en concepto de señorío feudal, fue, por consiguiente, nuestra primera señorialización.

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Con lo que no contó Fernando IV con aquella entrega fue con la férrea oposición mostrada por los aldeanos arroyanos y de la villa de Cáceres, a la que pertenecíamos como territorio de realengo, para pasar a manos del infante portugués. Conocida la resolución, en mayo de 1305 el concejo de Cáceres envió a dos Personeros (personas que en representación de otro introduce la defensa de un pleito), Sancho Gil y Gómez Tello, hasta las Cortes de Medina del Campo donde se encontraba el monarca al que suplicaron para que anulara el privilegio concedido a Don Alfonso, infante de Portugal.

Para ello le mostraron la documentación que en su día concedió el rey Alfonso IX de León a la villa de Cáceres en la que se afirmaba que este territorio y sus pertenencias no podían pasar a nadie que no fuera el rey de León o sus descendientes. Además le advirtieron que si efectuaba la cesión pretendida, vendría a quebrantar el juramento que en su día hizo al Concejo de Cáceres, de donde derivaría su maldición y la de Dios, ante cuyo nombre se juró, por lo que en tal caso como traidor debería ser sepultado con Judas en el infierno para siempre jamás.

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Ante semejante advertencia esgrimida en documento legal por los Personeros de la villa, el rey Fernando IV dio marcha atrás de manera inmediata. Por ello, el rey contestó que por no ir contra el juramento de guardar los privilegios concedidos por sus antecesores y jurados incluso por él mismo, y en vista a las relaciones de lealtad y buen vasallaje, y por no caer en la pena de maldición que contiene dicho privilegio para el caso de traición, tuvo por bien revocar la cesión de dicha aldea al infante Don Alfonso: Mando y defiendo firmemente que el infante Don Alfonso ni ninguno otro no sean osados de entrar ni tomar el Arroyo del Puerco.

De esta forma, se puso punto y final al primer intento de señorialización de nuestro pueblo a manos del infante portugués. Sin embargo, años más tarde este proceso no se detuvo cuando nuestro pueblo pasó a manos de los Herrera, primero como territorio aún dependiente del Concejo de Cáceres, y desde principios del XV como señorío con entidad propia.

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Por otra parte, los problemas con Portugal tampoco se detuvieron con este episodio ya que en los últimos años del siglo XIV y en el contexto de la guerra que sostuvieron los reinos de Castilla y Portugal, volvimos a experimentar saqueos y desmanes, situación que volvió a repetirse durante la llamada Guerra de Restauración portuguesa por la que el país vecino obtuvo la independencia definitiva de la corona española a mediados del siglo XVII. El pueblo volvió a verse involucrado en sucesos de armas ante la presencia de tropas portuguesas, aunque estos casos son ya otra historia.

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