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Plaza Nueva en las ferias y fiestas de septiembre de 1900. Abajo a la izquierda, lámina que ilustra el triunfo del cólera-morbo, de la Biblioteca Nacional. Cedida
Otras pandemias históricas en Arroyo

Otras pandemias históricas en Arroyo

Francisco Javier García Carrero

Arroyo de la Luz

Viernes, 5 de junio 2020, 10:32

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Hasta la llegada de la pandemia provocada por el Covid-19 en el presente año 2020, el resto de los procesos infecciosos que Arroyo ha sufrido a lo largo de su historia ha estado siempre relacionados con la ancestral situación de desnutrición, miseria o guerras en las que el pueblo se ha visto involucrado. La falta de alimentos, la suciedad casi endémica y el trasiego de población ajena a la localidad en momentos bélicos hizo de los arroyanos una presa fácil de las epidemias o de cualquier otra enfermedad infecto-contagiosa.

De la primera que se tiene noticias es la famosa «Peste Negra» de mediados del siglo XIV, un momento muy lejano en el tiempo en el que nuestra localidad se encontraba en formación, ya que ni siquiera los señores de Herrera habían tomado posesión jurídica de este territorio, una aldea con escaso número de habitantes y de la que no tenemos mayores referencias de esa peste que en cambio asoló buena parte de Europa.

Mayores datos tenemos de los episodios que tuvieron durante la llamada Guerra de Restauración portuguesa entre 1640 y 1668, una etapa en la que la localidad sufrió no solo los rigores de la guerra, con varios asaltos portugueses que generaron gran incertidumbre, sino que el continuo trasiego de soldados que iban y venían provocaron que las enfermedades contagiosas se señorearan por la población durante todos estos años de manera intermitente. Además, ni siquiera el hospital de la Encarnación se pudo utilizar como lugar para tratar de curar a los enfermos porque el mismo durante aquellos años se convirtió en un cuartel de caballería.

Mucho más grave fue lo sucedido en los primeros años del siglo XIX y especialmente durante la Guerra de la Independencia (1808-1814). Otro momento en el que la llegada de distintos ejércitos que pasaron por la localidad dejó un rastro de muerte entre la población con enfermedades contagiosas como fueron el tifus el paludismo o la viruela. Tan es así, que durante estos años fue cuando comenzó a abandonarse el lugar clásico de enterramiento en la villa (la iglesia de la Asunción y su atrio), para comenzar a sepultar en un lugar más apartado del centro de Arroyo, (las ermitas o el castillo de los Herrera) y siempre ante el «temor a un foco de infección masiva», dirán las crónicas.

Mucho más grave para Arroyo del Puerco será la pandemia del cólera-morbo asiático. Un proceso infeccioso que nos afectó de lleno, de manera brutal y como una de las localidades de la provincia con mayor incidencia, tal y como ha sucedido con la actual. Se localizan dos momentos puntuales, el primero coincidente con el inicio de una nueva guerra civil en España, la I Guerra Carlista de 1833. Las noticias sobre la nueva infección corrieron por toda Extremadura con rapidez. El pueblo tomó una serie de medidas de control higiénico que hicieron que este primer brote pasara de largo y sin incidencia alguna demográficamente hablando. No sucedió lo mismo con el nuevo episodio de 1854 y el fuerte rebrote de 1855. En este caso la actitud negligente de la corporación municipal, permitiendo la celebración de la feria anual de septiembre de 1854, provocó que el pueblo sufriera el azote del cólera con toda su crudeza y en dos grandes oleadas. El resultado global fue de más de 200 muertos. Unos números que ponen de manifiesto, con una población similar a la actual, que nos encontramos con nuestra principal y más dramática pandemia histórica.

En muchos aspectos algunos de los documentos históricos nos recuerdan lo sucedido en la actualidad. Las autoridades señalaban que los fallecidos eran tantos y se producían de manera tan continuada que se «enterraban sin recibir el viático por no permitirlo la enfermedad, obligando a una inhumación rápida por mandato judicial». De la misma forma, también hubo actitudes poco caritativas, o que dejaron mucho que desear como pueblo, nada parecido, en este caso, a lo que hemos vivido con la actual. Durante el apogeo de la pandemia del cólera se habilitó la casa de la ermita de la Virgen de la Luz como lazareto obligatorio para todos los contagiados, sin ayuda alguna y vigilados por hombres armados para que ninguno de ellos pudiese salir de aquel espacio. Es decir, el cólera-morbo fue una auténtica tragedia local.

El siguiente episodio infeccioso se produjo durante otro suceso armado. En este caso durante la I Guerra Mundial, y aunque España fue no beligerante, el trasiego de personas y soldados por todo el mundo provocó la llamada «gripe española», una pandemia que, a pesar de su nombre, no indica para nada que el origen de la misma se ubicara en nuestro país. En toda España se produjeron unas 270 mil víctimas mortales, cebándose en este caso con la población joven entre los 16 y los 40 años. Tres momentos tenemos detectados de manera evidente, un primer foco de contagio en la primavera de 1918, un segundo episodio más dramático en el otoño de ese mismo año y una tercera fase más leve que coincidió con la primavera de 1919. Arroyo también sufrió esta pandemia aunque los decesos no fueron ni la mitad de la epidemia del cólera. El mayor número se produjo durante el otoño de 1918 cuando un buen número de arroyanos registraron como causa de su fallecimiento, bronquitis, neumonía, bronco-neumonía, catarro, congestión pulmonar o bronquitis aguda. Es decir, casos todos ellos en íntima relación con la pandemia de «gripe española».

Por último también debemos hacer referencia a las enfermedades infecto-contagiosas que tuvieron lugar en la localidad en los años posteriores a la última guerra civil. Durante los llamados «años del hambre», o lo que es lo mismo, la primera década de los cuarenta del siglo pasado. En estos años se produjeron los llamados «edemas del hambre», que se tradujo en un incremento de la mortalidad infantil con unos números que no se recordaban desde el siglo XIX. La desnutrición provocó el aumento de la tuberculosis. Y fruto de la miseria también hizo aparición el tifus exantemático, la pelagra e incluso la sífilis que se catalogó en los informes oficiales como la «existencia de una verdadera epidemia».

En conclusión, al margen de la pandemia actual, el resto de procesos históricos infecciosos siempre han estado relacionados con episodios donde las carencias alimentarias de la población o la guerra hicieron acto de presencia.

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