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María Teresa, la tercera por la izquierda, junto a algunas de sus compañeras del centro. Cedida

«He preferido aislarme para no contagiar a nadie»

Esta trabajadora de la residencia de mayores de Arroyo de la Luz nos cuenta que el mayor miedo de todos los trabajadores del centro es contagiar la enfermedad en casa

Ana Isabel Padilla Macías

Arroyo de la Luz

Jueves, 2 de abril 2020, 12:20

María Teresa Macías es una de las muchas arroyanas que se encuentran trabajando actualmente en la residencia de mayores de la localidad. Antes del primer fallecimiento en la localidad y en la región extremeña, el pasado 11 de marzo, Teresa trabajaba en el Centro de Día, que se cerró ese mismo día para tratar de evitar contagios entre la población más vulnerable.

Cerrado el centro, las trabajadoras que allí se encontraban fueron destinadas a la residencia, donde «hacían falta manos». La residencia restringió las visitas ese mismo día, permitiendo la entrada y salida tan solo a los trabajadores, en un intento de cerrar la puerta al virus.

María Teresa vive con su marido, con problemas coronarios, una hija asmática y sus padres, que forman parte de la población de riesgo con más de 70 años.

«El miedo es llevármelo a casa, me he aislado en la buhardilla». La suerte de Teresa, que no tienen la mayoría de los demás trabajadores, es que cuenta con una buhardilla separada de la vivienda. «Desde que comenzó esta situación, preferí aislarme».

Teresa nos cuenta que vive en la misma casa y aun así les echa de menos. «No les veo, estoy sola en la buhardilla. A mi marido y mi hija me los cruzo a veces en el pasillo o suben a verme, pero sin acercarnos y a mis padres les saludo desde la puerta, prefiero no acercarme a nadie, no sé si puedo estar contagiada y ser asintomática».

El caso de María Teresa es el mismo que el del resto de trabajadores el centro. «Todos tenemos miedo, pero si nosotros nos vamos, ¿Quién va a cuidar a nuestros abuelos?»

Con miedo, rabia e impotencia por ver cómo algunos de los residentes han ido enfermando, tanto Teresa como el resto de trabajadores, se ponen cada día la mascarilla y los guantes y van a trabajar con una sonrisa, a cuidar a los abuelos de todos, tratando de tranquilizarles e intentando que la situación les sea lo más fácil posible. «Se acuerdan de sus familias, la mayoría no entiende por qué no pueden ver a sus hijos, pero entre todos intentamos que esta situación les afecte lo menos posible».

Finaliza recordando emocionada a su nieta de 4 años, «hace casi un mes que no la veo, la echo muchísimo de menos, pero prefiero esto, dejar que todo pase, y abrazarla cuando volvamos a la normalidad, lo importante es que todos salgamos de esta, luego ya vendrán los abrazos, los besos y el recuperar el tiempo perdido».

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