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Escaparate de un establecimiento en Cáceres, ayer sábado. ARMANDO MÉNDEZ

El virus de la curva

El COVID-19 ha sido durante muchos días como el fantasma de la carretera, un tema tomado a broma hasta que se hizo realidad

PABLO CALVO

Arroyo de la Luz

Domingo, 15 de marzo 2020, 13:39

Como la realidad acostumbra a ser más chunga que las canciones, el coronavirus no solo nos robará probablemente el mes de abril, sino que ya se ha apropiado de este marzo soleado, el más corto que hemos conocido nunca, apenas ocho días hasta que empezaron a mandarnos para casa, primero a los estudiantes, luego a todos. No hay que descartar que veamos pasar toda la primavera desde la ventana, como ya hacen, consolados con el Dúo Dinámico y Resistiré, los vecinos de Arroyo de la Luz, a los que un inoportuno viaje al Circo del Sol nubló sus días.

La globalización también es esto. Viajar de excursión a Sevilla y morir a causa de un virus conocido dos meses antes en una remota ciudad de China. Arroyo de la Luz se ha convertido a su pesar en el Wuham extremeño, la primera localidad donde sus vecinos están confinados y donde se ha producido hasta el momento el mayor número de contagios y los dos fallecimientos registrados hasta ayer sábado.

La vida y sobre todo la muerte siempre van en serio, aunque el carácter vitalista de los latinos, italianos y españoles incluidos, tienda a magnificar las fuerzas propias y subestimar al enemigo. El coronavirus ha sido en nuestro país hasta hace pocos días como la leyenda de la mujer de la curva, un magnífico asunto para generar chistes y su versión de memes. Un estupendo tema de conversación sobre cuya existencia real solo hemos sido consciente cuando la otra curva más famosa de las últimas horas, la de los casos de personas infectadas y, con ella, la de los fallecimientos, ha comenzado a subir a un ritmo acelerado. El jueves, el virus aún era un fantasma para miles de madrileños que llenaban las terrazas.

Esas gráficas nos dicen, sin embargo, que lo peor aún no ha pasado y que el número de contagios es probable que siga subiendo hasta alcanzar dentro de unos días su pico máximo. Lo que se persigue es que esa curva sea lo menos alta posible porque en ello nos va el evitar el colapso del sistema sanitario. Y está al alcance de los ciudadanos el conseguir que así sea. Como ya proclamaron los periódicos italianos, el tiempo de los derechos ciudadanos ha dejado paso al de las obligaciones.

El coronavirus, sin duda, está poniendo a prueba el sistema sanitario público español. Alabado en los primeros momentos de la crisis, también ha mostrado grietas por falta de recursos materiales. Lo importante ahora es centrar todos los esfuerzos en apoyar a los profesionales sanitarios y proporcionarles los medios suficientes, y tiempo habrá para las evaluaciones, aunque uno se siente mucho más tranquilo por vivir en España que en Estados Unidos en momentos como estos. Y en Extremadura en lugar de en Madrid, por cierto.

También es un caso extraordinario para examinar el funcionamiento del Estado de las Autonomías. Se ha hecho raro ver el carrusel de intervenciones de presidentes regionales, cada uno anunciando un conjunto de medidas, no siempre coincidentes. La sanidad es una de las competencias más descentralizadas y, según parece, en materia estrictamente asistencial, el país en su conjunto está actuando de forma coordinada. Otra cosa ha sido a la hora de adoptar medidas para evitar los contagios.

Con todas las cosas que han sucedido, quién se acuerda hoy de los agricultores, de las víctimas de terrorismo que celebraron esta semana otro triste aniversario del 11-M, o de los empleados públicos de la Junta que han visto desaparecer unos ingresos con los que ya contaban por culpa de un escenario económico que ya quisiéramos poder tener hoy. En fin, quién se acuerda de que Sabina casi pierde la vida por cantar al mes de abril.

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