Ana Zafra: «Es muy bonito que nunca me haya sentido sola en Extremadura»

La Extremadura de... ·

El problema. No saber qué escoger porque te gusta todo es el principal conflicto de esta profesora de inglés a la hora de decidir dónde ir y qué comer. Pero si hay que hacerlo, Arroyo de la Luz y la patatera son los ganadores

CELIA HERRERA

Arroyo de la Luz

Sábado, 8 de agosto 2020, 12:04

Nació en Tarancón (Cuenca) pero se crió en Madrid, de cuyo ritmo salió huyendo hasta que encontró su lugar en la tierra extremeña.

–¿Por qué vino a Extremadura?

–Llevaba toda mi vida en Madrid y salí huyendo de las prisas. Buscaba, buscábamos porque acababa de casarme, un lugar pequeño donde establecernos. Algo con naturaleza y tranquilidad. Solo fue casualidad que ambos consiguiésemos una plaza en Extremadura.

–¿Qué impresión tuvo al llegar?

–Conocía la belleza de Extremadura porque había venido de turismo varias veces. Mi primera impresión como residente fue de comodidad. Me gustó que, sin conocer a nadie, pudiese estar el día hablando con gente. Me sorprendió que en cinco minutos pudiera pasar del centro de cualquier ciudad a estar en medio del campo. Y, sobre todo, no podía creer que en un rato se pudiesen hacer varias gestiones porque en Madrid cualquier papel te llevaba, como poco, una mañana entera.

–¿Cuál es la mayor diferencia con Madrid?

–El tiempo. Al principio andaba como los madrileños, deprisa. Y se me acababa la ciudad. Sin embargo, enseguida aprendí que en Extremadura hay tiempo para todo. Y la tranquilidad.

–¿Cómo le recibieron aquí?

–Recuerdo que, apenas llegué, mis vecinas, algo mayores, nos 'adoptaron' en vista de que estábamos solos. Después he hecho muchos amigos y tanto en los momentos mejores como en los peores nunca he estado sola. Eso, cuando vives a 300 kilómetros de tu familia, es lo más bonito que puede pasarte.

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–¿Tardó en habituarse o se adaptó enseguida al ritmo de vida?

–Es fácil adaptarse o, por lo menos, para mí lo fue.

–¿Hay algunas costumbres que le hayan llamado la atención?

–Quizás la falta de, llamémosle, 'protocolo'. En Madrid todo es mucho más enrevesado, más normativo. Pero más allá de lo que ya he dicho, no recuerdo que ninguna costumbre me resultase extraña. O puede que lo haya olvidado porque, tras casi treinta años, ya soy bastante extremeña.

–¿Qué echa de menos en el lugar donde vive?

–Podría decir que nada, pero mentiría. Echo de menos el tejido comercial. Siempre he creído que Cáceres no se arriesga en ese sentido. No investiga la demanda para incrementar la oferta.

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–¿Cómo ha cambiado su visión en el tiempo que lleva aquí?

–Confieso que, como buena madrileña, al principio venía predispuesta a encontrar una Extremadura casi 'exótica'. Tardé poco en bajarme los humos capitalinos y apreciar toda la riqueza que todavía sigo descubriendo.

–¿Qué es lo que más le conquistó de esta tierra?

–La gente. Y la tierra. Cuanto más la conozco, más me conquista.

–¿Suele recomendar a sus familiares y amigos que vengan a visitar Extremadura? ¿Por qué?

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–Suelo y lo hacen. Les recomiendo el otoño y les llevo, por ejemplo, al Valle del Ambroz con su bosque de castaños rojizos. O la primavera y les paseo por La Vera. Siempre se sorprenden de que todo sea tan verde.

–¿Le gusta el clima extremeño?

–Hombre, preguntar eso en verano es mucho arriesgarse. Eso hay que preguntarlo en noviembre, cuando bendices poder tomar el sol en las terrazas.

–¿Qué destacaría de los extremeños?

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–Su amabilidad. Su carácter abierto. Su generosidad. Y por decir algo negativo, su conformismo.

–¿Qué cree que necesita Extremadura para su desarrollo?

–De momento, creer más en ella misma. Es muy bonito recrearse en un pasado de gloria, pero creo que esta tierra tiene un potencial de futuro que todavía no se ha parado a desarrollar. El turismo verde y, sobre todo, cultural. La I+D. La ciencia. Muchos de nuestros jóvenes, con mentes privilegiadas, estudian fuera y, a la larga, terminan quedándose por ahí.

–¿Los servicios públicos con los que cuenta son suficientes?

–Depende. El tema del tren y las comunicaciones es, como todo el mundo sabe, un campo por el que luchar. En lo referente a cultura, tengo impresiones encontradas. Hay grandes eventos, pero aún falta la cultura de base, en pueblos o bibliotecas. El tema del comercio es lo que más falla. No hay, especialmente en Cáceres, tradición comercial.

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–¿Cuáles son sus sitios favoritos de la región?

–Imposible elegir. Pero si he de elegir, por proximidad o por razones sentimentales, me quedo con el pueblo donde he trabajado durante 16 años: Arroyo de la Luz. No solo por la belleza de sus calles blancas, su dehesa o su río Pontones sino, sobre todo, por sus gentes.

–¿Qué rincones recomendaría visitar de Cáceres?

–Por supuesto, la parte antigua. Los palacios renacentistas, el barrio judío, el entramado medieval. Es como un cuento.

–¿Dónde viajará este verano?

–Suelo pasar fines de semana en diferentes lugares de Extremadura. También he pasado varios días por las montañas leonesas y asturianas y supongo que, si puedo encajar con mis hijos, intentaremos pasar una semana en algún pueblo pequeño con mar.

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–¿A qué dedica su ocio?

–Me gusta leer. Debería escribir más, pero soy muy 'maruja'. La cocina y la jardinería me pierden.

–¿Suele acudir a fiestas de interés turístico o a acontecimientos culturales como el Festival Internacional de Teatro de Mérida?

–Sí. Suelo reservar una noche o dos para Mérida. También me gusta el Festival de Teatro Clásico de Cáceres y, si se tercia, asistir a alguna fiesta popular.

–¿La cercanía con Portugal es un aliciente?

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–Me encanta Portugal. Es como mi último refugio. No solo las ciudades grandes como Oporto o Lisboa. Me gusta mucho descubrir sus aldeas. Y, por supuesto, entrar a comer en cualquier tasca pequeña que huela a guiso casero con una buena Sagres.

–¿Qué es lo que más le gusta de la gastronomía extremeña?

–Otra respuesta imposible. Todo. Aunque mi debilidad es la patatera. La elegiría antes que cualquier plato de marisco. Qué le voy a hacer, tengo gustos de pobre.

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–Para terminar, defina Extremadura en tres palabras.

–Verde. Fuerte. Dócil.

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